Soledades del cañón del riu Montlleó, por sus viejos caminos de herradura que salvan sin despeinarse los desniveles del escenario descomunal, territorio nuestro de juventud revisitado, paisajes feroces, enormes y recónditos. Bajando, desde el Pla de Mossorro de Vilafranca, por el camí de Lázaro, antes buscando los emplazamientos inauditos de las masías de la solana, y remontando por el camí vell de Vistabella.

Viejas masías, de la primera generación medieval, de los altiplanos ganaderos y sus barrancos selváticos, en Vilafranca, molí de Pitarch, masía fortificada de Torre Barreda y el barranc d’Asnar.

La mola de la Fontanella, en Ares del Maestrat, aquí las masías se sitúan en escalones de ladera, junto a sus cultivos de cereal, y a pastos se dedican los altiplanos. Masías ganaderas de trasterminancia, o trashumancia corta, que movían el ganado de los valles, rellanos y laderas a los prados de altura, haciendo el recorrido a diario o estabulando en los altos. Paisajes testimoniales, delineados por el comercio de la lana, para la gestión de los pastos, los desplazamientos del ganado y la buena convivencia con la agricultura.